jueves, 6 de mayo de 2010

Tengo ganas


Tengo ganas de volver a sentir las vibraciones de un toc-toc a demasiados kilómetros por hora mientras mis muslos se quedan pegados en la plástica tapicería de atrás. Pedro hizo trampa y tenía una toalla en su asiento de piloto.
Tengo ganas de volver a sentir como una lancha se para en medio del golfo de Fonseca y la brisa ayuda para a sentir que estoy en una mecedora en medio de un paraíso. El viaje se hizo corto y me golpeé la cabeza al llegar a puerto.
Tengo ganas de volver a sentir un fresco de maracuyá que calma la sed que provoca el calor de las 12 del mediodía, cuando el sol está completamente en el cénit de su trayectoria. Me gustó el de marañón, pero por siempre le otorgaré el beneficio de la certeza de causarme una indigestión.
Tengo ganas de volver a sentir la pasión por el fútbol, y esta vez será más grande porque la madre patria (que ahora es hermana pequeña) es el rival temido.
Tengo ganas de volver a una pirámide maya, dejarme sorprender, y de rebote sorprenderme al tiempo, yo misma, de no ruborizarme. Una pirámide, un río, una playa, cualquier sitio que tenga por techo el cielo y por suelo a pacha mama.
Tengo ganas de todo eso y de más, y que al volver lo tenga todo en mi cabeza y aquí no pueda más que dejar este retrato vacío y lleno al mismo tiempo.

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