martes, 27 de abril de 2010

La crisis y la pasta de dientes

Se va a cumplir el primer aniversario de este blog que nació tras la pérdida de Juan. Empieza a dar un poco de miedo, porque lejos de arreglarse, la crisis llegó para quedarse. El paro está de moda, cada vez somos más los desempleados que hacemos cola en el INEM, que yo creía que era un mito, pero se hace cola de verdad. Todos hemos leído o escuchado esa manida frase que reza: "Más de cuatro millones de parados engrosan las filas del INEM". Pues sí, se engrosan; son obesas de tanto comer y no hacer ejercicio. Porque con esto de estudiar y no trabajar una come, pero está todo el día ahí sentada dale que te pego a los libros.
En el Máster en Estudios Literarios de la UA estamos desentrañando a Cervantes y su Quijote, y yo me siento cada día más Caballera de la Triste Figura. Me he vuelto loca de tanto leer y reescribir artículos a 50 céntimos. Enferma de melancolía me hallo, exudando humor negro. Un viejo citroën saxo es mi Rocinante, aunque yo lo llamo cariñosamente tartana o cacharro desvencijado y feo. Así y con todo él me lleva a mi clase diaria y me trae de vuelta a mis humildes aposentos. Como soy géminis, a veces yo misma me sirvo de escudero; sobre todo cuando termino de comer, con la panza llena. Y me convierto en Sancha y bajo de la nube de las letras para prepararme las viandas de mañana, hacer la cama o pensar la forma de ganarme 1,43 céntimos de euro. Sin molinos en el horizonte, solo encuentro hazañas relacionadas con el día a día de una humilde estudiante de letras, bohemia y bobalicona cuando cree que llegará al día en que Cide Hamete escriba y publique sus andanzas. ¡Ancha es Castilla!
Sin embargo hace un momento estaba cepillándome los dientes, y me miraba en el espejo mientras pensaba en lo que había dado de sí el día. Ya no era ni Sancha, ni Quijota, era de nuevo la pelicana (dos menos hace dos días cuando me las arranqué de cuajo henchida en rabia y cólera -y es que esto de los humores negros sirve tanto para un roto como para un descosido, es decir para la melancolía y la cólera; que para el caso es lo mismo-). Repasaba mentalmente lo acontecido hoy, de aquí para allá, sin parar un momento; y me quedo con un simple detalle: llevo unos días pensando en que tengo que comprar pasta de dientes. ¡He aquí la causa de mi locura! Bueno, eso y que si hay algo que he aprendido durante la crisis es a exprimir del todo un tubo de pasta de dientes.

martes, 13 de abril de 2010

Bob cascarudo

Todo parece diferente al otro lado del charco. Es un contexto cultural latino, y por ende se presupone similar al español, pero los matices evidencian las diferencias. Desde aquí entiendo que los españoles parezcamos brutos, malhablados, hoscos y engreídos. El trato de la gente aquí es totalmente diferente, todo el mundo parece estar dispuesto. Me imagino que el clima hace mucho, el calor invita a salir a la calle, todo es verde, los pájaros trinan sin cesar... Son muchas las diferencias, incluso en el idioma. Al principio puede parecer que no hablamos el mismo idioma, hace falta oido y cierto léxico básico y clave para entender y hacerse entender. Es complicado cambiar el chip y digo más veces la palabra "coger" de las que me gustaría, pero espero que se me perdone el atrevimiento.
Ayer me hizo mucha gracia que el restaurante donde trabaja Bob Esponja se llamase El crustáceo cascarudo, que no crujiente. Justo unos minutos antes de darme cuenta de esto había estado comiendo delante de un local llamado El crustáceo. Inmediatamente pensé en Bob y hubiese hecho algún comentario al respecto a mis acompañantes, quizás por timidez no lo hice y acerté, porque un chiste crujiente no habría tennido razón de ser en un ámbito cascarudo.
Es la misma cultura, sí; pero parece que se llama diferente.

viernes, 9 de abril de 2010

Vacaciones de verano...

Mmmm... la verdad es que una se podría acostumbrar a unas permanentes vacaciones estivales en un lugar donde siempre luce el sol y la gente es amable y cercana. Me siento bastante afortunada porque se cumple un año de la pérdida de Juan y la única perspectiva de ganarse unas varas es servirle bebidas a mis compadres y comadres albaterenses, pero yo estoy teniendo unas idílicas vacaciones. Quizás acepte, lo del bar de copas, mientras termino mi pulso con la literatura y los requerimientos del máster de la UA. Me siento un poco culpable de no haber prestado demasiada atención a los libros estos días, pero por suerte tengo ya claro mi trabajo de fin de máster; ¡y siempre voy a volver con la maleta llena de libros!
De todos modos no está de más dejar a un lado los libros por 15 días y dedicarse a otros placeres, como los gastronómicos. Se abren excelentes horizontes de sabores, olores y texturas y las combinaciones me asaltan a cada tiempo de comida. Los colores de los supermercados rezuman vitalidad y la variedad es tan extensa que una no sabe muy bien de qué le va a apetecer el fresco del día siguiente. Lo curioso y alucinante es que cada día es diferente y no se agota. Hay frutas con forma de estrella, circulares, alargadas, bananos de mil tamaños y de tonalidades de verde y amarillo diferentes.
A parte de mi capacidad de pasmarme con la comida y los ingredientes primigenios, me sobrecoge la amabilidad y el trato de la gente. Quizás parezca una extraterrestre sorprendiéndome de que te ayuden en la caja de super a colocar la compra en bolsas, o que directamente te las lleven al carro, o auto o coche o como prefieran llamarlo. ¡Realmente me sorprende!
¡Uy, pero sigo luego que me esperan cosas nuevas y ricas por aquí!

miércoles, 7 de abril de 2010

Al otro lado del charco

Estoy en una latitud desconocida para mí. En 14° 6′ 0″ N, 87° 13′ 0″ E todo es un poco diferente. La primera impresión es como haber llegado a un pueblo grande que se dispersa entre colinas aparentemente sin orden ni concierto. Con la noche como compañera todo tiene un aspecto sencillo y apacible, como de cuento. Con la luz del día todo cobra un aspecto diferente y el tráfico y el bullicio te sitúan en una capital ajetreada. Llama la atención el aspecto de los autobuses, escolares estadounidenses, y cómo las puertas permanecen abiertas para que los capitalinos suban y bajen a su antojo sin necesidad de avistar marquesina alguna. Es quizás uno de los tantos procedimientos que me sorprenden; pero sigo mirando con avidez.