martes, 28 de julio de 2009

¡Ay! Ya casi se está acabando julio y no sé si quiero empezar la dieta del bocadillo o irme a una isla del "caribe" gallego, que según The Guardian es la mejor playa del mundo. Quizá podría ir, bocadillo en mano, a ese fenómeno de la naturaleza que en la tele parece apetecible. Puede que me encuentre con un robot japonés de dos metros de alto que pone en evidencia a C3PO. Quizás, como yo, Aznar pensó en perderse en esa isla y puedo comprobar de cerca cómo de definidos están sus abdominales; mirando de reojo mientras pasa veloz en su yate. Lo cierto es que, de estar allí, pasaría un buen rato tumbada en la arena blanca sintiendo cómo me achicharro.
Creo que será mejor apagar la televisión porque me había prometido a mi misma dejar de ir a Los Mundos de Yupi. La entrada al respecto está muy reciente todavía y es lógico que me cueste, pero tengo que hacer un esfuerzo.
Lo mejor para distraerse es seguir enviando curriculums. ¡Menos mal que por mail no te piden sello! La novedad de hoy es que al menos en uno de ellos incluiré: de parte de... A ver si con partes de sale la cosa. Nunca pensé que lo diría, pero creo que necesito trabajar. ¿Es posible echar de menos a Juan? No al particular, sino al genérico. A levantarse cada mañana e ir a hacer algo mecánico que permite descansar de uno mismo. A veces creo que me aburro de escucharme los pensamientos. Y si yo me aburro de mi misma, ¿qué no le pasará al resto? ¡Juanito, rico, mira a ver si te enrollas un poco!

miércoles, 22 de julio de 2009

Los mundos de Yupi


No recuerdo haber visto Los mundos de Yupi, pero sí he oído ese título mil veces. Normalmente se escucha cuando alguien quiere referirse a una persona que está en un mundo de fantasía y despreocupación. De mi infancia, sin embargo, recuerdo casi en exclusiva al pájaro loco. No sé por qué pero el bicho parecía llamarme la atención. Incluso hoy escucho el sonido del pajarillo y se me alegra el ombliguillo.
Me acordé de Los mundos de Yupi porque últimamente me paso la vida allí. Todo lo que quiero ser y hacer es un gran castillo que he construido en el aire, y tengo el presentimiento tan grande de que se va a caer que se me queda cara de lela. Así que voy por la calle con cara de panoli pisando una y otra vez la misma acera.
He decorado el castillo hasta el más mínimo detalle. Tiene sus pertinentes torres aunque tampoco me decido en cúal quiero aposentarme. De todos modos, pienso, si se cae no sé si quiero estar dentro. Por otra parte, con la crisis del ladrillo, no sé si hago bien en despilfarrar. Una cosa es pintar las paredes, otra diferente es comprar hasta el papel higiénico de sus 14 baños completos. Cuando se caiga semejante palacio sólo podrán comprar un solar, tan triste y alelado como yo. Si lo analizo no sé por qué me empeño en adornarlo tanto, pero no puedo evitarlo. ¡Si Yupi levantara la cabeza! Me pregunto si tendrá valor real en el mercado inmobiliario: es un solar grande (con 14 baños ya tiene que serlo). También me preocupan los escombros y tener que deshacerme de ellos yo sola, a pelo, sin casco ni mono, ni nada de nada. Aún así y dada mi naturaleza, volveré mañana a subir en la primera lanzadera a esos mundos. Pero por si viene la debacle, el que avisa no es traidor.

martes, 21 de julio de 2009

Luna lunera

Cuentan los más mayores que hace 40 años el hombre pisó la luna por primera vez. Fue la meta de una carrera espacial contrarreloj que terminó con todos alucinando en blanco y negro frente al televisor. Cuentan también que la historia de la luna va más allá de ese hito, incluye episodios de paganismo y de la más alta tecnología. Dicen muchas cosas de la luna. Que es fuente de inspiración y de temores. Que es un misterio contradictorio en sí mismo. Que es cómplice y traicionera por enseñarnos sólo una de sus caras.

Dicen los que la conocen que es un lugar de posibilidades. Que las vistas son asombrosas. Que la diferencia gravitatoria con la Tierra provoca sensaciones deliciosas. Dicen también que algún día la podremos visitar.

Nadie sabe a ciencia cierta si todos los terrícolas podremos dejar nuestra huella en ella. Sin embargo, todos sabemos que ella sí ha dejado su huella en nosotros: nos arrastra la marea, coincidimos con sus ciclos, ilumina las carreteras por las que transitamos, nos alela el pensamiento o nos hace ser escépticos ante este aniversario. Lo que es seguro es que ella es única.

lunes, 20 de julio de 2009

Pegando tildes

Hoy he leído una noticia curiosa que entra de forma directa en la onda de mi psique y cosmos mental. El motivo de mi asombro lo encuentro en el boletín de noticias que periódicamente me envía "La página del español". Estoy suscrita a varios newsletter de dicho portal, entre ellos el de la palabra del día. De vez en cuando, no necesariamente cada mañana pese al nombre, recibo la historia de una palabra del español. No es algo que emocione a primera vista, pero he recibido tantas que podría hacer un diccionario. Tampoco puede que emocione en un segundo vistazo, pero se aprende mucho y aprender debería emocionarnos. En fin, que no quiero irme por las ramas. Al igual que las palabras, recibo noticias relacionadas con el idioma. Versan sobre acontecimientos en las Academias de la lengua, homenajes o presentaciones de autores y sus obras, congresos, charlas, conferencias... y noticias curiosas.
Procuraré reseñar objetiva y concisamente la noticia que nos ocupa. Se trata de una cruzada personal en defensa de la tilde que se ha extendido a otros países. PZ, que no ZP aunque sea español, inició en México una curiosa campaña. Armado con pegatinas en forma de tilde las coloca en los anuncios publicitarios que encuentra a su paso con algún error ortotipográfico. Con dicho invento se mata dos pájaros de un tiro. Por un lado si alguien necesita un corrector ya sabe a quién recurrir; por otro lado es una iniciativa pedagógica excelente. Desde aquí le doy un fuerte aplauso. Procuraré enterarme más sobre el asunto, para aportar desde aquí mi granito de arena.

Premios 20Blogs


Inscribí el blog en un concurso: Premios 20blogs del periódico 20 Minutos. Me sorprendió un poco que me eligieran, así de entrada. Después me ilusionó y me dieron ganas de superarme a mí misma. A pesar de que la competencia es feroz, yo sigo como siempre: con mis inocentes cavilaciones. Pero como las cosas no caen del cielo, estoy en una pseudocampaña electoral que impulse la notoriedad de Sin miedo , sin Juan en la blogsfera. No surte mucho efecto, así que ya sé que al marketing no me puedo dedicar. Lo cierto es que quería compartir con todos que soy una concursante, agradeceros que me leáis y dejéis comentarios y me animéis a seguir aprendiendo. Por más que quiera negarlo escribo para leerme, pero también para que me leáis. No quiero más recompensa que esa.

sábado, 18 de julio de 2009

La peli de sobremesa en julio


Estoy viendo por enésima vez Tiburón 2. Me encanta esa película. No sé si me repito de nuevo con mi admiración por los tiburones, pero no puedo evitarlo. Es quizás por el miedo, que fascina en parte. También se repiten los que elaboran la programación de las televisiones que tienen una extraña psicología. ¡A ver quién se mete en el agua ahora! Estás tranquilamente en el sofá del bungalow, tienes la tripa llena porque te has metido entre pecho y espalda la ensaladilla y la paella de tu madre. Con sus cigalitas y sus mejillones. Lo has regado todo con un buen vino con gaseosa, qué digo gaseosa. ¡Casera!, que sin ella nos vamos. Lo cierto es que, repanchingado en el sofá, con más de 30º en el exterior y el ventilador oreando tu melena, estás en la gloria. Tienes un poco de sueño pero hoy te toca a ti el mando del televisor y no vas a claudicar tan fácilmente. Haces el primer reccorrido, de TVE1 hasta La Sexta. No ves nada interesante. Cavilas sobre la posibilidad de explorar el TDT pero primero deshaces el camino por si las moscas. ¡Y allí está! Con las fauces abiertas y desorbitando las caras de esas pobres criaturitas. Te quedas petrificado en el sofá y ya no puedes apartar la vista del televisor. Suerte que el canal es Cuatro y en los primeros anuncios aprovechas para mear. ¡Abuelo, ni se te ocurra, que ahora vuelvo! Y tu abuelo te mira de esa forma con la que te mira antes de decir eso del respeto a los mayores y otras monsergas.
Así pasas la tarde plácidamente en el salón. Cuando acaba la película no tienes ganas de ir a la playa, por si acaso. Así que con la toalla al hombro recorres los jardines de la urba hasta la piscina. Allí están todos tus colegas tan alelados como tú; tampoco han querido ir a la playa y te esperan con tu mano de mus preparada para la acción.

jueves, 16 de julio de 2009

Lo que me quita el sueño

Hace poco me quedé dormida después de escuchar algo por la radio. Desde la Organización Mundial de la Salud hicieron una advertencia: la pandemia de gripe nueva (o como quiera que se llame ahora) es un hecho y no habrá vacunas para todos; lamentablemente los países pobres serán los más perjudicados por esta carestía. Yo me quedé dormida después de escucharlo, pero ellos se quedaron tan anchos. A mi favor diré que tuve un sueño terrible que me hizo despertar con un nudo triple en la boca del estómago y los ojos llenos de lágrimas. Nada tenía que ver con la gripe...
La crisis salta del dinero a la salud y el amor hace tiempo que está fuera de combate. ¿Qué vamos a pedirle a la fortuna ahora? ¡Salud, dinero y amor! Seguro que El Corteinglés ya tiene los derechos. Hallmark ya vendía las postales. El slogan es: ¡esto se arregla con una fiesta y todos tan contentos! Quien pueda costearse la fortuna tampoco vivirá en el tercer mundo.
El sarcasmo siempre ayuda, suaviza las cosas y aleja los malos augurios. Eso es lo malo: puedo, podemos seguir durmiendo si contamos un chiste. Siempre creemos que no nos tocará a nosotros y puede que sea lo que nos hace seguir adelante. ¡Jo!, pero, ¿y si nos toca? Alejamos la chinita, pero nuestra casilla sigue formando parte de la ruleta.
Los problemas globales me preocupan pero lo que de verdad me quita el sueño es de índole más personal, claro está. Con las hormonas revolucionadas por el calor, la despreocupación de vivir el veranito, y la falta de energía por el exceso de agitar el abanico, sigo siendo yo. Sin miedo y sin Juan, eso empieza a preocuparme.

martes, 14 de julio de 2009

La cultura del escaparatismo y la crisis


Madrid se cuece en pleno mes de julio. En esa olla a presión convivimos muchos ingredientes: champiñones y otras setas, pollos de corral tiernos y jugosos, redondas alcachofas, pequeños guisantes, hilarantes almejas siempre tintineando y langostinos intocables cuyas cabezas chupan muy pocas bocas. Yo lo veo como una paella aunque hoy quizás es más un cocido madrileño. A pesar del calor la actividad fluye sin remedio, quedarse quieto en esta ciudad es una temeridad.
Lo bueno de las ciudades es que son un gran escaparate, parece que todo está puesto para ser mirado. Es impensable aburrirse cuando sales a la calle. Las posibilidades son infinitas, se respira cultura en cada esquina, cultura de los más variopintos palos. Hoy la que me sorprende es la cultura gastronómica mezclada con la del escaparatismo. En mi periplo urbano número mil he recalado a las 5 de la tarde en un restaurante de comida rápida. Justamente buscaba comer rápido pero no esperaba convertirme en espectáculo. El restaurante, para mi sorpresa, era un gran escaparate de gente comiendo. No lo había pensado antes, pero todos los restaurantes, al menos los más veloces, lo son. No hay que ser sociólogo titulado para saber que detrás de eso se esconde la ambición de aumentar las ventas. Aún así yo me pregunto: ¿vende ver a la gente comer? Hay muchos que deberían ir a la escuela de las buenas costumbres... Yo no es que sea un adalid del refinamiento, y con el hambre que tenía me temo que devoraba mi comida mientras miraba distraída por el gran ventanal. Sin embargo, que me enviaran un beso a través del cristal me hizo descubrir el engaño y, de pronto, me sentí observada cuando creí ser yo la que lo hacía.
Roto el hechizo me escabullí entre la gente en plena Gran Vía, ventosa como siempre. Seguía viendo escaparates de la crisis en todas partes: en las decenas de pisos que se alquilaban, en los vendedores de La Farola, incluso en escaparates de verdad. Pensando iba yo en estas cosas críticas cuando en el escaparate de la casa del libro vi un ejemplar del best-seller: El hombre que cambió un tulipán por una casa. Al menos en los tiempos de crisis en plena ebullición se desarrollan las imaginaciones, y los visionarios campan a sus anchas. Yo tengo en mi terraza un precioso geranio. Dada mi mala mano para las plantas, y a la vista de su equilibrado crecimiento como planta, tendré que pensar seriamente en que quizás es mi gallina de los huevos de oro.

El síndrome de mi lengua busca cura

A los demás no les suele gustar mi lengua. Mi prima incluso retrocede horrorizada cuando se la enseño. Se debe a que padezco un síndrome de nombre desconocido para mí que hace que mi lengua esté llena de cortes y me escueza hasta el horror al comer piña. Yo, sin embargo, me recreo en las ananas. Me gustan, al igual que mi lengua. Me fascina. Me encanta. Me chifla. ¡No me explico el rechazo! El problema quizás reside en que es algo tan cotidiano que no nos paramos a reflexionar entorno a ella. Creo que se le debe gritar al mundo que la lengua es importante, esencial. Es un utensilio básico para la comunicación, promueve el pensamemiento, favorece la globalización, nos hace libres. Quizás suena todo un poco exagerado para un músculo, pero se intuye ya que no hablo de las papilas gustativas, sino de la lengua como ciencia.
Siempre me enfado cuando se menosprecia a la gente de letras. Parece que los números se han ganado las bondades de todos relegando a las letras al último escalón de las ramas del saber. Yo me pregunto ¿cómo cree la gente que se comunican las matemáticas y el resto de las tan apreciadas ciencias? Sin la comunicación, y por ende la lengua, no tendríamos conocimento de nada. Seríamos unos seres mudos que habrían desarrollado otros músculos para comunicarse, y por consiguiente otras lenguas que en esos mundos se llamarían manos, ojos, o vaya usted a saber.
Siempre me ha interesado mi lengua a pesar de las grietas y los episodios ácidos. Para los números nunca era tan perseverante, pero con las letras era diferente. La sintáxis suponía para mí la derivada más compleja que ansiaba descifrar. El pequeño Larousse ilustrado de mi madre es el libro de consulta que más he manoseado. Los cinco de Enid Blyton y las aventuras de Flanagan fueron mis primeras y más voraces lecturas críticas. Las recuerdo porque las leía bajo la perspectiva de la incipiente madurez adolescente y con los años empiezo a añorar ese estado de despreocupada existencia. Adquirí el lenguaje sin darme cuenta, como el resto de los mortales. Ahora que profundizo en su estudio me maravillo con cada significante, significado y signo que conforman el idioma o lengua española.
Me dan ganas de explayarme en el mundo de las normas y códigos lingüísticos que algunos critican. Sólo diré que el anarquismo linguístico sería igual de catastrófico que el anarquísmo en las normas de tráfico. Pero el objeto de este post va más allá de mi defensa de la lengua como ciencia y materia primordial en la enseñanza obligatoria. Hoy me acordé de mi lengua porque me picaba y sólo se calmó cuando me enteré que en marzo se celebra en Valparaíso el V Congreso de la Lengua Española. Es una suerte de analgésico cuando pica la curiosidad a través del síndrome de la lengua cortada. Para curarme busco ideas, becas, modos de financiación, compañeros de expedición o cualquier comentario que me ayude a ir a Chile. ¿Alguna sugerencia?

domingo, 12 de julio de 2009

Rastros domingueros


Los domingos de Madrid pasan por una inevitable visita: el Rastro. A pesar de vivir a escasos metros de la plaza de Tirso de Molina y su mercado de las flores, a duras penas piso el Rastro los domingos por la mañana. Hoy, sin embargo, he ido en plan dominguera. Dejé el chándal en el armario junto a un millón de cosas más, pero seguía siendo dominguera. Me llevé la cámara de fotos, algo de dinero y una lista mental de cosas que no quería comprar en el rastro. Siempre debo hacerlo porque si no acabó llegando a casa cargada de cosas que no quiero.
Al mediodía hace calor, pero en las sombras estratégicas de la plaza floreada no se está mal del todo. Siempre hay gente por allí: turistas, niños gritando, terrazas llenas de exigentes clientes aperitivistas... La plaza hace las veces de inicio o de fin del Rastro. Para mí es el principio, la salida de la carrera. Sólo quería cruzar los tenderetes de la manera menos agresiva para llegar al punto desde el que poder inmortalizar una escena típica de domingo: gente. El Rastro es gente, más allá de las cosas que encuentras en la calle. Si logras abstraerte del bullicio y los empujones verás personas, unos champiñones más. Miramos los objetos expuestos en los tenderetes, picamos el anzuelo comprando unos abanicos, buscamos el atajo más cercano y nos escabullimos por el primer callejón a la derecha.
Siento envidia de los domingueros apalancados en las terrazas que beben cervezas. Me compro el periódico para que me haga compañía y me siento bajo una gran sombrilla. ¡Una caña! Me la tuve que beber muy rápido porque se calentaba con facilidad, así que acabé viendo las noticias un poco movidas. Temiendo una insolación, a pesar de la sombrilla, me fui de allí para echarme una siesta de dos horas en el sofá, con el ventilador a su máxima potencia y la tele a media voz. ¡Esto es una tarde de domingo y lo demás son tonterías!

Nota: No me gusta saltarme las normas gramaticales y ortográficas del español, al menos no conscientemente. Eso incluye inventarme palabras, pero lo de los aperitivistas no supe resolverlo con una sola palabra más que esa.

sábado, 11 de julio de 2009

¿Te gusta conducir?


Hubiese vuelto despacio a Madrid por la carretera de Valencia. El motor rugiendo junto a mis pies. Las ventanillas bajadas. La música alta que podría ensordecer. El pelo suelto haciéndome cosquillas. El sol alto y brillante que adormece. Solos la carretera, mis pensamientos y yo. Deshaciendo pasos que nunca terminan de rehacerse, pensando en todo lo que soy.
Sin embargo volví en tren, luchando por mantener los ojos abiertos. El aburrimiento de las vías me supera y termino durmiéndome mientras pienso sólo en mis sueños. ¿Alguna vez tendré mi coche? Cada vez me parece todo más y más pesimista, sin posibilidades. Creo que cuando acabe esta crisis tendré que despertarme de la mía, si es que eso es posible y poder conducir sin límite. ¡A ver si me crece la barba como a Villa y me dan trabajo de tio Cosa en la reposición numero un millón de la familia Adams!

Señorita Champiñón














Los champiñones son unos hongos de lo más comunes. No tienen nada de especial. Son fáciles de domesticar, se pueden cultivar casi en cualquier sitio y los podemos compar en cualquier mercado. Es algo tan fácil de encontrar que incluso hay expresiones que lo corroboran: "salen como setas". Nadie se fija uno a uno en los champiñones laminados de las bandejas blancas de los supermercados, sólo los consumen y fin de la historia. Incluso Mario se los come a mansalva en su mundo de Nintendo.
¿Qué hace en el mundo algo sin valor ni aporte calórico? No destaca por contener gran cantidad de algún mineral; más bien tiene un poquitito de todos, pero muy poco. Lo mismo pasa con las vitaminas, ni la todopoderosa vitamina C se supo hacer un hueco en el mundo funghi. Casi todo el cuerpo del champiñón lo constituye la molécula H2O. Agua corriente para una seta que si te descuidas absorbe metales pesados y radioactividad. ¿Es eso ser traicionero? Dado su tendencia a las malas compañías se recomienda consumir los cultivados, nada de champiñones salvajes por muy franceses que sean.
Si hay algo que se puede destacar del champiñón es su efecto remineralizante y antioxidante por su contenido en selenio. No sé cómo trasladar esto a lo personal, debería preguntarle a Laura en que pensaba cuando me bautizó así. Si lo pienso puede que tenga algo de champiñón, excepto el ascendente francés; yo procuro depilarme mademoiselle.