martes, 14 de julio de 2009

El síndrome de mi lengua busca cura

A los demás no les suele gustar mi lengua. Mi prima incluso retrocede horrorizada cuando se la enseño. Se debe a que padezco un síndrome de nombre desconocido para mí que hace que mi lengua esté llena de cortes y me escueza hasta el horror al comer piña. Yo, sin embargo, me recreo en las ananas. Me gustan, al igual que mi lengua. Me fascina. Me encanta. Me chifla. ¡No me explico el rechazo! El problema quizás reside en que es algo tan cotidiano que no nos paramos a reflexionar entorno a ella. Creo que se le debe gritar al mundo que la lengua es importante, esencial. Es un utensilio básico para la comunicación, promueve el pensamemiento, favorece la globalización, nos hace libres. Quizás suena todo un poco exagerado para un músculo, pero se intuye ya que no hablo de las papilas gustativas, sino de la lengua como ciencia.
Siempre me enfado cuando se menosprecia a la gente de letras. Parece que los números se han ganado las bondades de todos relegando a las letras al último escalón de las ramas del saber. Yo me pregunto ¿cómo cree la gente que se comunican las matemáticas y el resto de las tan apreciadas ciencias? Sin la comunicación, y por ende la lengua, no tendríamos conocimento de nada. Seríamos unos seres mudos que habrían desarrollado otros músculos para comunicarse, y por consiguiente otras lenguas que en esos mundos se llamarían manos, ojos, o vaya usted a saber.
Siempre me ha interesado mi lengua a pesar de las grietas y los episodios ácidos. Para los números nunca era tan perseverante, pero con las letras era diferente. La sintáxis suponía para mí la derivada más compleja que ansiaba descifrar. El pequeño Larousse ilustrado de mi madre es el libro de consulta que más he manoseado. Los cinco de Enid Blyton y las aventuras de Flanagan fueron mis primeras y más voraces lecturas críticas. Las recuerdo porque las leía bajo la perspectiva de la incipiente madurez adolescente y con los años empiezo a añorar ese estado de despreocupada existencia. Adquirí el lenguaje sin darme cuenta, como el resto de los mortales. Ahora que profundizo en su estudio me maravillo con cada significante, significado y signo que conforman el idioma o lengua española.
Me dan ganas de explayarme en el mundo de las normas y códigos lingüísticos que algunos critican. Sólo diré que el anarquismo linguístico sería igual de catastrófico que el anarquísmo en las normas de tráfico. Pero el objeto de este post va más allá de mi defensa de la lengua como ciencia y materia primordial en la enseñanza obligatoria. Hoy me acordé de mi lengua porque me picaba y sólo se calmó cuando me enteré que en marzo se celebra en Valparaíso el V Congreso de la Lengua Española. Es una suerte de analgésico cuando pica la curiosidad a través del síndrome de la lengua cortada. Para curarme busco ideas, becas, modos de financiación, compañeros de expedición o cualquier comentario que me ayude a ir a Chile. ¿Alguna sugerencia?

1 comentario:

  1. Lo que se me pasa por la cabeza es preguntarme si el tacto y el gusto opinan lo mismo que la vista, de tu peculiar lengua. ;)

    Porcierto, el video es un puntazo, es la guinda perfecta para acabar el relato.

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