miércoles, 30 de diciembre de 2009

Las cigalas

Estoy planeando el menú de la última cena. Irremediablemente me alineo con los sectarios. Intento hacer memoria en mis papilas gustativas para intentar esclarecer lo que me gustaría cenar mañana. En un principio ibamos a cenar pizza. Seis mujeres solteras cenando pizza antes de salir a desmelenarse en año nuevo. Como no podía ser tan mediocre la situación hemos acordado pasar la mañana del 31 cocinando cosas ricas. ¡Me encanta cocinar! Sin embargo ahora mismo no se me ocurre el qué.
Vienen a mi cabeza imágenes y sabores variopintos, pero, como a una ama de casa con los rulos puestos, se me aparecen las viandas con el precio puesto. Digo yo que las cigalas podrían costar lo mismo mañana que dentro de tres meses... Cabría la posibilidad de sustituirlas por simples gambas. ¡Pero me apetecen las cigalas, leches!
Ayer mi hermana sugirió la posibilidad de construir un criadero de gambas. La miré sorprendida pensando que estudiar administración y dirección de empresas empezaba a volverla del revés. Reflexionando hoy me doy cuanta de que quizás un criadero de marisco para autoconsumo sería lo mejor en tiempos de crisis. ¡Qué tontería! Ella solo lo quería como comedero de tortugas y erizos. Pensé que para eso le sierven las gambas congeladas del Día, pero a mí no me sirven las cigalas enanitas para despedir el año. ¡Quiero cigalas, porque nosotras lo valemos!
¿Alguien sabe como sustituirlas si no es por gambas?

martes, 29 de diciembre de 2009

La última o la primera o nada de nada

Quizás esta sea la última entrada del año 2009. Me dan ganas de ponerme a recopilar las cosas buenas, las malas, las regulares y las que no se pueden contar. Pero como eso ya lo hacen las cadenas de televisión tampoco me centraré en hablar de las cosas que espero del año nuevo. Cambiar de año puede que sea significativo, pero tampoco le encuentro la gracia. Seguiré siendo yo, sin ir al gimnasio, sin volver a leer El Quijote o empezar Rayuela. Seguiré teniendo celulitis, el mismo nivel de inglés y las mismas ganas de escribir mis difícilmente editables conjeturas. No quería, pero sin darme cuenta he planteado mis propósitos de año nuevo.
Al final, como dice mi padre, me dejaré arrastrar por los demás y seguiré a pies juntillas los dictados de los rituales iniciáticos para formar parte de la tropa de alienados de la nueva secta: los esperanzadores a propósito de los últimos días. Las más variopintas profecías auguran el fin del mundo después de un Papa malo (al menos de aspecto) y un Papa negro. Visto lo visto quizás deba alienarme y conseguir mis propósitos vitales antes del cataclismo.
Lo que quiero decir es que cualquier día suenan 12 campanadas a medianoche y el calendario avanza sin tantas miradas puestas en él. Los domingos siguen siendo colorados, los febreros acaban antes o después y seguimos teniendo un número de año de cuatro cifras. ¿Cuándo lleguemos a las cinco volverá a venir el Mesías para inaugurar un nuevo año 0?
Esta entrada me temo pasará sin pena ni gloria. No es la última ni la primera, es sólo una más; así como el 2010 sólo será un año más. Solamente en el hipotético caso en que me muera tendrá relevancia en mi epitafio:
Pelicana, 1984-2010: Le hubiera gustado dejar una frase célebre, pero es más divertido el silencio de un epitafio lleno de letras.

¡Feliz invierno!


Me llena de orgullo y satisfacción dirigirme a vosotros en tan señaladas fechas. Estaba aquí mordisqueando una pera mientras pensaba en cómo empezar esta entrada y he pensado en su majestad el rey. ¡Quién lo diría! Se me ha aparecido con la corona puesta y el árbol de Navidad al fondo. Deglutía todavía un trozo de pavo y me ha dicho: "te presto mi guión para empezar". He pensado: "¿por qué no? estamos en la era de las imitaciones y los plagios".

Yo no tengo árbol de Navidad de fondo, cada año que pasa se le cae una de sus bolas de brillantinas y este apenas brilla. En una esquinita, erguidos sus escasos 150 centímetros de estatura, cobijó por poco tiempo unos cuantos regalos en crisis y ahora espera solitario el día en que lo volvamos a encerrar en su caja de cartón. Volverá al sótano con sus amigas las polillas y quien sabe que otros bichejos; esperará más de 300 días en la oscuridad para intentar iluminar unos días festivos, fríos y sombríos.

Recuerdo cuando comprábamos un abeto vivo, de verdad, de los que hay que regar sin mojar el papel dorado de los regalos. Al finalizar el jolgorio lo intentábamos transplantar en el jardín, pero con los años acabó convirtiéndose en un cementerio de abetos. ¡Ya me dirás que hace un abeto alpino en el microclima tropical alicantino!

Así, con el tiempo, la Navidad dejó de ser lo que era. Es un invento para los chiquillos, nada más; y, por más que me pese, yo ya no soy una chiquilla. Lo denotan mis cuatro canas, las arrugas de expresión del entrecejo y lo insoportable que me pongo en Navidad. Cuando eres un niño no ves los trucos, eres cómplice de la ilusión. Pero cuando eres mayor y ves todas las triquiñuelas, engaños y sortilegios te dan ganas de convertirte en la bruja de Blancanieves. Enveneno las manzanas sólo con mirarlas. Los geranios se ponen mustios a mi paso y me cruzo de brazos más de lo habitual. Al menos está el turrón, la empañada recién hecha, la mesa llena de gente y la abuela riendo a carcajadas porque todo le parece más bonito. Las cosas siempre se pueden maquillar; los polvos se los echo hoy al resto, para que brille esa risa de adulto inocente que lo mira todo con ojos viejos que ven de nuevo lo que ya no saben que han visto tantas veces.



A mi abuela, que nos quiere aunque se le olviden nuestras caras.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Diciendo lo que hacer no he dicho

¿Qué es lo que nos determina cómo personas, lo que hacemos o lo que decimos? Le he dicho a todas las personas con las que he hablado esta mañana que vendría a la universidad a estudiar y a entrevistarme con un profesor. No estoy haciendo ni lo uno ni lo otro. Lo primero porque tengo una necesidad imperiosa de escribir un rato; lo segundo porque el profesor no estaba y no quería quedarme triste y sola, esperándole sentada en un banco de madera frío y duro. He caminado hasta la biblioteca con el reto de no pisar los trozos de suelo mojados. El techo del campus es, a veces, de una espesa capa de follaje verde. Si hace sol, como es costumbre, invitan las palmeras, los ficus o los pinos a cobijarse bajo alguna de sus sombras. Si llueve, como es el caso, se ofrecen de paraguas; aunque sólo en aquellas zonas donde el techo es verde por entero y no azul grisáceo. No he podido conseguir el objetivo y me he mojado las suelas de los zapatos en varias ocasiones. Sin tiempo para deprimirme por tan anecdótico impulso psicótico he divisado una haima de protesta y me he olvidado del follaje impermeable que no cubría todo mi camino; ¡y es que hay que mojarse de vez en cuando! En la haima había cuatro personas sentadas como los indios; estaba decidiendo si a modo apache o mapuche cuando reparé en la pancarta de ánimo para Aminatou Haidar. Me gusta la implicación universitaria con la causa. Desde aquí quiero manifestar mi apoyo a todas esas personas que luchan por los derechos humanos, la paz y la igualdad. Miles de batallas a lo largo y ancho del mundo que algún día finalizarán orgullosas, habiendo alcanzado su cometido: abrirnos los ojos a la milicia en la reserva.
Vuelvo a mi pregunta iniciática y me doy cuenta de que sin quererlo vuelvo al punto de partida. Decir y hacer pueden ser dos cosas que se complementen, se excluyan o se yuxtapongan. En el caso de Aminatou ella hace lo que dice, y eso, hoy por hoy, merece mi absoluta admiración.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Estadios literarios

He inaugurado un nuevo blog en la UA. Dado que ahora me interno en los estudios literarios me ha parecido una buena idea comenzar un blog temático sobre mis literaturas. Aspira a ser una crónica de mi paso de nuevo por la universidad. Todo ello visto desde este prisma mio.

martes, 8 de diciembre de 2009

¿Alguien me oye?

Queridines míos, necesito saber si hay alguien al otro lado.

Paté de pato

Soy patética. Intento centrarme en el análisis de un ensayo sobre la novela histórica y Sir Walter Scott. Sin embargo mis pensamientos se alejan del tema cada dos por tres y me siento en la obligación de parar y de compartir con los que me leéis mis penas. La cabeza se me va empujada por el corazón a un rumbo que desconozco. No sé dónde está el sujeto de mi amor, así que mis emociones se disipan por un vasto y extenso terreno yermo. Soy patética porque sufro cuando nadie de mi se acuerda, cuando no significo más que cuando estoy presente; y eso lamentablemente no se da en estos momentos. Me veo apartada de dónde tan a gusto me encontraba, sola, con la aparente "promesa" de un rencuentro. Sé que sólo yo soy la culpable de mi estado, sé que resulto patética y egoísta, pero ¿quién, sino yo, de mí se acuerda? Cada uno va a su ritmo, en busca de sus placeres, deseos y exigencias. Los mios se van, por voluntad propia, me centro en buscar las explicaciones lógicas que sólo son parches a una realidad más grande que se me escapa. Yo soy la última en la fila, así que mi percepción era errónea, un espejismo en medio del desierto, un osasis irreal que solo los ciegos vemos.
Me veo emplazada en un plan de vuelo que creí que era el correcto y ahora me doy cuenta que está configurado en base a los hilos que he movido motivada por alguien que sólo quiere que me aleje y que no vea; que no vea lo que mi razón (que no es tan idiota como parece) ha querido ocultarse tantas veces. Pero nadie me obligó a estar así, con esta pena... Así que sólo a mi me corresponde la culpa y la consecuente salida del problema.
Sé que me va a costar salir de mi agujero; pero quiero acabar esta entrada de modo optimista. A pesar de que me sienta como un pate untado en una rebanada de pan de anteayer, yo soy así, me considero valiosa y quien no lo sepa apreciar, pues se pierde la oportunidad de su vida.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Doña Angustias

Hoy me he despertado angustiada. No sabía por qué hasta que he consultado mi lista de tareas. Tengo un trabajo pendiente para entregar el miércoles. Volver a ser universitaria me provoca cosquillas en el estómago y desde hoy sentiré que el final de puente de la constitución es como un largo domingo tedioso. Esa obligación que me inquieta se interpone en un sinfín de otras tareas inconclusas. He vuelto a Madrid a recoger algunas cosas; he elegido unos días raros porque había mucha gente por las calles, en las tiendas, en los bares. Casi no he disfrutado de los tacos, de las prisas al volver a casa evitando el frío... Ya nada será igual que antes, ya no volverá la pelicana de la calle Cañizares.
Me compro un gorro de color violeta, tiene un lacito sobre la sien izquierda que me da un aire de niña buena. No he podido evitar llevármelo conmigo de la tienda para estar dos días en Madrid con él en mi cabeza. En Alicante la gente está en la playa, necesitaría más bien una sombrilla. Me escondo debajo del gorrito un rato y camino entre luces de Navidad buscando algo que nunca aparece al doblar las esquinas. Es entonces cuando aparece la angustia, que va y viene. Quedo con mis amigas, me enfado con mi hermana e intento cambiar de orden los pensamientos de mi cabeza. Así llegamos al martes que es domingo, al día antes de volver a la rutina que comienza de nuevo por tercera vez. Me siento inconclusa, como si algo me faltara y sé que la angustia seguirá ahi un buen rato, hasta que se alineen los astros.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entretenimientos


Empiezo a tener un serio problema con Bob Esponja. Me divierte verlo en la tele tanto como a mi primo pequeño le gustaba ver a los Teletubies. Llego a casa, enciendo la televisión, acciono los botones del mando a distancia y me detengo cuando veo a Bob. Creí, al volver de Amsterdam, que nunca más vería a Bob con los mismos ojos; pero me equivocaba. Sería casualidad o no, pero siempre que pasaba por la televisión del hostal del cerdo volador, había alguien viendo a Bob bajo los efectos de la marihuana. Era, cuanto menos, curioso. Seguro que al igual que los Simpson, las posibilidades de estudio filosófico e ideológico en Bob Esponja son infinitos.

Posibilidades de estudio... Eso me lleva a pensar en mi trabajo de fin de máster. Debo buscar una línea de investigación de una vez por todas. Me va a costar, porque a mi me gusta ir de aquí para allá sin comprometerme, soy una picaflor, lo admito. Por eso dejo de escribir esta entrada unos minutos para maravillarme ante los mandos de la wii que apuntan a una televisión de 32 pulgadas. ¡Qué maravilla! ¿Tiene la literatura algo que ver en los videojuegos? Se me ocurren mil y una relaciones, pero no creo que a ningún doctor o catedrático en literatura de la UA le interese tal aspecto.

Vuelvo de Amsterdam con un sinfín de sentimientos encontrados, pero desequilibra la balanza la melancolía, la añoranza y la tristeza. Cientos de instantáneas pululan en mi mente y me gustaría volver a ellas con él. Revivir de nuevo las prisas entre canales y parar en seco a inmortalizar un atardecer violeta. Quizás no vuelva a ver ninguna de esas instantáneas, ¿o sí? Sin lugar a dudas, es mejor dejar a un lado los sentimientos y buscar entretenimientos; porque hay que seguir a pesar de todo.