martes, 11 de agosto de 2009

Ovolactopiscivegetariana

Es coqueta hasta el extremo y a su modo. Descubre su reflejo en cualquier parte y es, cito palabras textuales: ovolactopiscivegetariana. No come carne así que es difícil compartir comida con ella si no quieres más pescado y queso. Aún así ella se empeña y sostiene que digerir la carne le cuesta un trabajo sobrehumano. Su hermana mayor, de su misma condición, está en Nueva York rodeada de hamburguesas que no habrá catado. ¡Qué desastre! Al menos un bocadito le daba yo, incluso en los tiempos que corren.
Advierten desde la Organización Mundial de la Salud que la mala alimentación es más nociva para la salud que fumar. Hemos olvidado la dieta mediterránea en el baúl de los recuerdos y les preguntamos a los niños qué quieren para comer. A mí no me lo preguntaban, incluso me iba al colegio sin comerme las judías. ¡Pues te las comerás después!, decía mi madre. A la hora de la cena no tenía más remedio que comérmelas. Algo parecido le pasará al niño del anuncio de esa marca de frigoríficos que ahora mismo no recuerdo. ¡Algún día se comerá las espinacas, por más patadas que le dé al electrodoméstico!
Se llama educación; hoy brilla por su ausencia. Deberíamos recibirla en casa, en la escuela, en los medios... No es comprensible que formando parte de nuestro ocio no sepamos comer al fin y al cabo. Nos hacemos alérgicos, intolerantes, vegetarianos y otras perversiones. Yo quiero reivindicar el consumo de carne, de verduras, de pescado, de lácteos, de cereales, de legumbres... de todo aquello que a lo largo de la historia del hombre lo ha mantenido en la tierra. Para ello siempre echo mano de la dieta de los abuelos, comen de todo en perfecto equilibrio. No necesitan que un médico les diga lo que deben comer, ellos lo saben. Al igual que saben que si te meten una peladilla lubricada con aceite de oliva por el culo estimularán tu esfínter y evacuarás el Big Mac para poder comer un plato de potaje.

1 comentario:

  1. A nosotras mi madre tampoco nos preguntaba lo que queríamos comer. Sabía perfectamente lo que nos gustaba y lo que no, se lo pasaba por el forro y luego nos ponía en el plato lo que tocaba. Durante una temporada teníamos menú. Los lunes, tal cosa. Los martes, tal otra... Así sabíamos perfectamente lo que tocaba ese día y llegabas a casa con mejor o peor humor. Mi día favorito era el martes porque había lentejas. Tú te crees? Una niña a la que le gustan las lentejas?

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