jueves, 27 de agosto de 2009

Relaciones

A mí me gusta el fútbol, o eso creo. Me gusta como deporte que he creído practicar sin mucho acierto y como espectáculo. Encierra el mundo del fútbol en si mismo un conjunto de normas propias que favorecen y explican todo lo que a su alrededor ocurre. Es, sin lugar a dudas, un gran espectáculo de masas, hay que admitirlo. Eso lo convierte en un arma poderosa y de doble filo. El fervor popular que representa se puede malinterpretar, y se hace, en favor a lo que siempre nos ensombrece la visión: la política, el poder al fin y al cabo. Me sorprendió leer ayer las declaraciones de la presidenta de Argentina. Dijo que la democracia estaba incompleta siempre y cuando no se garantizara a todo el mundo el acceso a los bienes fundamentales. Seguí leyendo el artículo de opinión de El País para darme cuenta de que se refería al fútbol. Se apuntaba un tanto aclamando a los cuatro vientos que todo argentino tendrá acceso en abierto a los partidos de futbol. Quizás eso les baste a muchos, pero sólo hay que echar un vistazo a la crónica internacional para ver que a Cristina Fernández de Kirchner no le llueven las alabanzas precisamente.
Todavía hoy lo pienso y me recorre la espalda un punzante escalofrío de asombro. En un mundo resumido en crisis económica, gripe, terrorismo y la siempre presente dicotomía entre la izquierda y la derecha, lo importante es ver fútbol. No creo que la perfectamente engrasada maquinaria futbolera precise de tanta publicidad, se autofinancia incansablemente en el mundo entero. Grandes y mayores se dejan llevar por unos colores y unas ambiciones ajenas que simbolizan sueños truncados o favorecen y mantienen pugnas entre colegas. Puede que las personas nos cansemos de tanta palabrería política y nos conformemos con la evasión mental a terrenos más lúdicos. Pero ¿no será preciso preocuparse cuando evidentemente lo lúdico se transforma en política y generador de opinión pública? Lo que está claro en este mundo globalizado es que si sigues el caminito de migas todo tiene que ver con todo. Es como eso de que haciendo las pertinentes asociaciones yo estaré relacionada con el Dalai Lama o Paris Hilton.


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