jueves, 13 de agosto de 2009

Sin rumbo fijo

Tiene la vida esa manía de encadenar acontecimientos que a veces me deja sin respiración. Cualquier día parece un transcurrir de instántes monótonos y sin mucho sabor, y de repente ¡plaf! algo sucede. Cualquier instante se cruza en la trayectoria de otro y te empaña la visión del rumbo que te habías fijado. Entonces te das cuenta de que tus instantes están ligados a los miles de instantes de los demás y el mapa de navegación es una maraña de rumbos que no terminan de fijarse. ¿De verdad creemos que tenemos un rumbo fijo? ¿Qué pasa si se hunde el barco que creías que te guiaba? ¿Y si te hundes tú primero?
Hice una lista con las cosas que debo hacer mañana. Procuro anotar las cosas porque si no se me olvidan, y me gustan las listillas. Hablaba con mi madre por teléfono mientras dibujaba circulitos a la izquierda de cada elemento de la lista. Me recordaba yo misma a mi madre. Parece que la estoy viendo haciendo garabatos en la libreta que siempre había en la cocina junto al teléfono de pared. La escucho y hago garabatos. Cuando cuelgo me quedo dándole vueltas a las cosas que me ha dicho y pienso en los instantes de mi madre, de mi padre, de mis hermanas, de mis abuelos... y cómo el de uno sólo de estas personas puede afectar a mi rumbo.
Sin embargo, la lista sigue ahí y mañana tendré que hacer todo lo que en ella dice porque forma parte de mi plan de navegación; al menos el de mañana si ningún acontecimiento lo hace abortar.

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