lunes, 5 de octubre de 2009

La hora del té


Hoy he tomado el té una hora más tarde de lo establecido. Me he entretenido en otras cosas que debería haber zanjado antes; como la limpieza de mi archivo personal, con las miles de anotaciones e instantáneas. Pero aunque sea una hora después me gusta saborear el té. He salido del salón con la taza entre las manos procurando parecer lo suficientemente decorosa a cualquier mirada. Desde la terraza tenía una vista perfecta del partido. La taza humeante dejaba escapar el tibio olor a té verde con reminiscencias al césped sobre el que jugaban los niños. No podía olerlo desde la terraza pero era tan real ese recuerdo que creí encontrarme a pie de campo. La acción deportiva que se desarrollaba ante mis ojos contrastaba con el ritual del té, tan encorsetado y falto de creatividad. Los vahos, alentados por el contraste del clima otoñal, degradaban la estimulación de la teína mientras la vista se me empañaba al son de La Traviata de Verdi. A pesar del ruido de los niños en el campo, sólo escuchaba los lamentos de Violetta Valéry y me parecía que ellos, tan ajenos a la ópera, se movían al son de las palabras cantadas de ella. Las notas agudas me recordaban las travesías que me han traído a estas arenosas tierras, las graves a los golpes que me han hecho como soy en cada excursión. Fútbol, ópera y recuerdos, todos de la mano mientras saboreo el té plantada en la terraza.

El partido acaba antes de que pueda terminar mi taza. Los niños se retiran derrotados hacia los vestuarios y tengo ganas de abrazarlos a todos. Otros se han quedado también en el camino, es difícil asumir que sólo uno se alzará con el triunfo, igual que pasa a diario en cualquier ámbito. Se las prometían felices en los octavos de final del campeonato mundial sub20, pero no ha podido ser. Llevo la taza a la cocina y cierro una de las ventanas de la terraza. Dejo la tele encendida por si me enseñan la arena de los desiertos que contrastan con los campos verdes que Egipto ha seleccionado para este evento deportivo. Pienso en los meandros del Nilo y en la típica estampa del perfil de las pirámides al atardecer. Podría seguir siendo por un rato la exploradora del primer párrafo, pero es hora de volver a mi rutina y yo sigo sin tener ordenado mi archivo.

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