jueves, 5 de noviembre de 2009

Lo que no me dejó escribir ayer

Parece que no sirve de mucho protestar. ¡Qué pena! Creo que hacerlo es sólo la forma de desahogarse. Protestas escribiendo o gritando y cierras la exposición con un suspiro de alivio. Calma lo que dura una noche, y a la mañana siguiente todo sigue igual. Acabo de reparar en el título del blog. Ha vuelto el miedo y ha vuelto Juan. ¡Qué mal! ¿Debería dejar de escribir esta bitácora? A veces me dan ganas. Quizás si no escribiera más Sin miedo, sin Juan lo terminaría extrañando. Pero por otro lado no sé si me resultaría liberador. No me gusta esta naturaleza mía de ir dejando las cosas a medio hacer, pero lo rutinario se convierte en pesadez, ¿o no? El blog no es que pese demasiado, imagino que expresado en peso internauta es una ínfima partícula enana en un universo de partículas mucho más grandes que ella. Pero representa un peso pesado en mi cabeza. Refleja mis estados de ser (no de ánimo, porque son demasiado variables e inconexos) y es la puerta de salida de todo lo que quiero decir (aunque a veces sea entre líneas). Lo escribo y lo doy por recibido y eso alivia mi espíritu huidizo. ¿Cómo puedo ser a la vez un ser social y reservado? Hace tiempo que no leo a Kafka… será el frío lo que me tiene tan gris.Se nota que es casi la hora del té; me da por filosofar y yo misma bizqueo al releer, pero me gusta la espontaneidad de escribir lo que sea sin pensar. Es decir, sin reflexionar que pienso, porque si lo escribo es que algo dentro de mí lo cree, lo sabe o lo venía rumiando en silencio. En fin, necesitaba desquitarme de un día de trabajo ventoso, largo y tedioso que es la pescadilla que se muerde la cola porque me dan ganas de hacerme un ovillo y prolongar el tedio hasta la hora de volver a casa.

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