miércoles, 16 de septiembre de 2009

Esperando a Mr. Autumn

Apenas quedan 5 días para la llegada del otoño. No sé muy bien cómo tomármelo. Me gusta más la luz del verano. En otoño de pronto todo se vuelve marrón, el ámbiente sabe húmedo y la gente rehusa más el resto de la gente. Me dan ganas de huir a la tierra de la luz y del amor. Madrid tiene sus cosas buenas en otoño, pero si no me quejo no soy yo.
Hoy ha llovido. Había pensado salir por la tarde a mojarme los cuernos en plan caracol pero algo me tiene pegada a esta silla. Escribo febrilmente los prolegómenos de demasiadas historias. Me convencen todas pero no sé seguir. Cojo la libreta y empiezo a esquematizar. Tormenta de ideas para los personajes, guiones para las tramas, finales imperfectos... Salgo con la libreta al balcón. La poca luz que se abre camino entre nubes y gotas de lluvia perezosas no aclara mucho mi mente. Abro la ventana, el fresco me despierta y anoto lo primero que se me viene la cabeza. Tacho, borro, sobreescribo, resalto en fosforito... Me vuelvo a sentar en la silla.
Sigue lloviendo ahí fuera. Se adelanta el otoño como se adelanta mi menstruación, siempre sincronizándose con todos los ciclos de la madre naturaleza. Al fin y al cabo debo formar parte de la naturaleza. Soy el típico caso de fauna con una buena adaptación ambiental. ¡Darwin me encerraría en una jaula!
Lo malo de los ciclos y las adaptaciones es que vienen cargados de nuevos propósitos. Para variar he hecho listas mentales de todos y cada uno de los propósitos que ya son viejos compañeros de fatigas. Lo importante es el espíritu para afrontarlos, ¿no? Y nada mejor que la obstinación para combatir al depresivo otoño. Gris y mojado ya lo veo acechando a la vuelta de la esquina. Tendré que calzarme las botas de siete leguas y salir a buscar caracoles. Los milagritos para otras incautas. ¡Si Mr. Autumn llega no estaré descalza!

P.S: Sólo me he resfriado un poco, y no por andar descalza, que también. ¡Pero es que una no es de piedra!

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