martes, 23 de junio de 2009

Cuando te despiertas de un muelazo

Despierto lentamente del letargo ocasionado por un cóctel de fármacos impuestos por un tremendo dolor de muelas. Pasado el trance, respiro aliviada al poder abrir la boca. La mala noticia es que la muela tiene ya sentencia de muerte: 6 de julio de 2009. Nada queda, ya empiezo a mentalizarme y me viene a la cabeza el grito de guerra de mis hermanas a la hora de enfrentarse a un salto mortal en la piscina: "Soy valiente como yo sola". No sé qué tendrán los dentistas que infunde tanto temor. Por mi parte necesito la suficiente dote de valentía como para dejar caer el trasero en la silla del dentista; después todo es coser y cantar: abrir la boca para mí no tiene misterio. A veces una se da cuenta de que casi vale más mantenerla cerradita. La conclusión es, que a pesar del miedo y el dudoso sentimiento romántico que podría despertar en mí la muela del juicio inferior izquierda, iré al dentista a extraerla. No imagino un capítulo igual al de esta semana pasada, creo que nunca he sentido tanto dolor físico. Lo cual no sé si es bueno o malo. Pero si de algo estoy segura es de que no quiero volver a experimentarlo. Así pues: adiós muela.
Es una suerte, creo yo, haber pasado el trance en esta época mía de asueto impuesto por el paro. De otro modo no hubiera podido recrearme en mi dolor y es sabido que toda experiencia sensorial es carne de cañón de una buena descripción. Ahora que renazco de mis cenizas vuelvo a mis entradas de blog, proyectos de relatos y estudio de la Lengua. Ayer terminé de preseleccionar las asignaturas del máster que pretendo empezar el próximo curso. Así que ya puedo ponerme, y en serio, manos a la obra. Se trata de una carga lectiva bastante exigente y no quiero que me pille el toro como siempre. Además, ocupar parte del verano en recuperar el hábito de estudio me hará bien; y como no puedo tomar mucho el sol, es un buen modo de esquivarlo. ¡Así pues vuelvo a mis locuras!

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