martes, 16 de junio de 2009

Dolor, mucho dolor


Hoy me he levantado ligeramente diferente. Parecía Marlon Brando en el Padrino, sólo que yo tengo únicamente uno de los carrillos hinchados. Una de mis muelas del jucio lleva queriendo salir al mundo interno de mi boca desde hace bastante tiempo. Hasta ahora sus esporádicos inténtos me molestaban un poco, hoy ponen a prueba mi resistencia al dolor. Me ha hecho dormir poco y mal, resulta que acostada me duele más. Me he levantado rabiosa y me he asustado ante el espejo. Me he tomado el enésimo analgésico y he buscado un dentista por internet.
Ninguno tenía hora para hoy así que con cara de Tristón, el perrito aquel de peluche que estuvo de moda en mi niñez, fui al centro de salud. Resultó sorprendente que me atendiera un tipo amable que incluso me miró la zona afectada. La gente suele quejarse de que los médicos de la seguridad social no reconocen debidamente a sus pacientes. Yo doy fe de que sí, muy a mi pesar. Con el típico palito de madera estuvo tocándo la muela mientras preguntaba "¿esto te duele, Sandra?". Sólo acertaba a decir que sí asintiendo y rezando por no derramar lágrimas sobre su bata blanca impoluta.
No le recomiendo a nadie el dolor de muelas. Temblaba con la sola idea de tener que extraérlas, pero ahora si tuviera unos alicates lo haría yo misma, como Tom Hanks en Náufrago. Supongo que así dejaría de doler y necesito que deje de hacerlo. ¡Dios que deje de doler!

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