martes, 23 de junio de 2009

Generaciones perdidas


Me tomé la molestia de explicar previamente aquí mi proyecto de historias y lenguas para poder criticar a la sociología con conocimiento de causa. La verdad es que la cosa tiene miga, y no porque haya sido lo que ha acompañado a mi tostada matutina de casi las 12 del mediodía. Enciendes la tele y te despiertan las tertulias matutinas que saltan del cerdo de George Clooney (su mascota muerta, no que el tío sea un guarro, lo dudo mucho) a la generación ni-ni. Para empezar el nombre ya es un poco difícil de digerir, porque aunque no seas tartamudo (todos mis respetos para los que lo son) no logras entender que quiere sugerir tan simpático vocablo. Cuando te lo explican, lejos de sonreír, te dan ganas de clamar al cielo pidiendo que sustituyan la asignatura de "Educación para la ciudadanía" por la de "Creatividad urgente para todos los ámbitos".
Lo tremendo del asunto es que cada año nos llaman de manera diferente, porque la generación ni-ni y sus predecesoras apuntan directamente al sector juvenil español, en el que yo me incluyo y al que me aferraré durante años. Según los sociólogos los jóvenes no tenemos ambiciones porque lo hemos tenido todo. Hay que reconocer que cierta razón tienen aunque yo señalaría que más que falta de ambición es cierta pereza de ejecución. Sería impensable imaginar que las personas no tienen sueños, proyectos o ambiciones. Cabría preguntarse pues cual es la causa por la que ni estudian ni trabajan. Como diría mi padre: ni oficio ni beneficio, todo ni-ni.
Así pues, tragando el desayuno y la teoría tras masticarlo todo en el lado de la boca que no duele, me he quedado pensando en la generación ni-ni. Las causas, según los expertos, apuntan a un entorno demasiado acolchado en el que no debemos luchar por según que libertades. ¡Y lo dicen los de la generación de transición que creen que las lograron todas! ¿Sólo yo veo que faltan tantas? Más allá de legalizar la marihuana y reivindicar la mutilación corpórea a base de agujas, yo conózco gente joven que conoce y lucha por conseguir que en el mundo si reine la libertad. Pero claro, nos encontramos ante una encrucijada y una empresa difícil porque el mundo está globalizado y los jóvenes no aspiramos a cambiar las cosas en una región concreta: creemos que el mundo debe cambiar de raíz. ¿Y cómo hacemos eso sin ser Karl Marx? ¿Cómo conformar una masa de individualidades que rechacen el orden establecido e implanten un mundo más justo? Tenemos un reto importante pero los que nos preceden, en su empeño conservacionista, nos amputan la ilusión llamándonos ni-nis. ¡No te lo creas!
Poniendóme en plan propagandístico me dan ganas de subir a un púlpito y escupir no sin cierta rabia un discurso dirigido no a los jóvenes, sino a nuestros mayores. Pretenden que arreglemos sus desastres, que salgamos de la crisis en la que ellos nos han metido. Yo, desde aquí, reivindico la rebeldía con conocimiento de causa; desde lo pequeñito a lo más grande, sabiendo que no siempre las cosas serán así si no nos alienamos a favor del orden establecido. El relevo generacional es cuestión de pura matemática. No seamos como nuestros predecesores, vayámos más allá sin olvidar que cuándo erámos jóvenes nos escandalizamos al observar la falta de igualdad y libertad.
Un discurso muy romántico y utópico dirás, pero todas las revoluciones empezaron con un lápiz y un papel (léase piedra y cincel según el gusto retrospectivo).

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