sábado, 6 de junio de 2009

¡Vaya tela!


Hoy he ido a comprar tela blanca como para confeccionar 80 disfraces de fantasma. Puesto sobre el mostrador semejante retal se me antojaba como una esponjosa y gigantesca cucharada de nata montada. Salía a borbotones del rollo de tela que la ocultaba y del que tiraba la empleada de la tienda. Empecé a calcular los kilos de fresas que necesitaría para acompañarla, o las copas de helado que podría decorar. ¡La tienda de telas me daba tantas ideas! Podría haberme quedado allí horas imaginando las posibilidades de cada uno de los rollos. Había telas aterciopeladas de colores estridentes, ideales para tapizar reclinatorios en pequeñas ermitas. El burdeos avinagrado ya está fuera de onda. ¡Yo llenaría las iglesias de colores chillones! Encontré telas plastificadas perfectas para forrar libros, y poder llevarlos al campo en primavera o leerlos en altamar un día de fuerte marejada. Telas estampadas, como para hacer cortinas que sustituyan las puertas de las casas; telas de peluche, para forrar las tapas de los inodoros; y telas transparentes para hacerse vestidos. Descubrí telas entre las que apetecia perderse, otras que sólo servirían para trapos y algunas más, que combinadas, ofrecian las más diversas propuestas de confección. Incluso me acordé de los trajes que le hacía a la Barbie. Aquel espacio cuadrado lleno de rollos, que así dispuestos se diría que son de gominola, me hacía bullir la cabeza con miles de ideas rutilantes. Brillaban todas las bombillas unas encima de las otras, sobre mi cabeza. Brillaban y se acumulaban a cada paso. Temiendo un cortocircuito por alto volaje salí de allí cargando 25 metros de tela blanca. Es un simple encargo, no voy a hacer 80 disfraces de fantasma, aunque suena divertido.
Al cargar la tela de vuelta a casa, en el corto espacio de tiempo que tardé en recorrer los escasos 50 metros que separan la tienda de mi sofá, pensé en las posibilidades de reciclaje de aquella sábana gigante. Se me ocurrió que podría servir para ocultar las vergüenzas de los invitados a las fiestas de Il Cavaliere Berlusconi. También se podría tomar en serio lo del disfraz de fantasma, seguro que el fotógrafo de las instantáneas de las citadas fiestas me compraba uno, como para camuflarse en la inmaculada Italia. Siguiendo con el tirón de primeros ministros, Mr Brown necesitaría unos cuantos para sus ministros a la fuga. Y los holandeses que no estén muy a la derecha demandarán algunos para ir a sus coffee shops. Aunque quizás haya que barrer para casa y el blanco puro y casto deba usarse para mitigar el impacto de un estudio que califica a España de "país relativamente corrupto". El que se sienta libre de pecado, que tire la primera piedra...

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