martes, 26 de mayo de 2009

Fermín el caracol


-Ya sé que no tienes miedo, pero estaré más segura si no me sueltas la mano.

Fermín se sintió de pronto muy mayor y lo más importante: no tenía nada de miedo. Miró al pequeño comandante, que muy sonriente levantaba el dedo pulgar de su mano derecha. ¡Muy bien Fermín!

Así termina el relato que acabo de escribir. Fermín es también el nombre que le he puesto a un caracol que acabo de adoptar. Lo encontré medio ahogado en el fregadero. ¡Espero por su bien que haya llegado hasta mi cocina entre las hojas de alguna verdura! Le he regalado una hoja de lechuga (de hoja de roble, por si es un gourmet) y lo he acomodado en un tupperware de los buenos, de Ikea. Es muy pequeño para acabar en una paella y tan palido como yo. Babea un poco más y gusta de quedarse pegado en las paredes. No sé cuánto tiempo esté entre nosotros (ya somos 3 en Cañizares 12) si mañana no está en su tupper no pienso buscarlo. ¡Qué se gane la vida como todos!

Me gustaría decir algo cómo: Lo ha hecho mi sobrinita que tiene 4 años y es una monada. Pero la verdad es que lo he hecho yo, es mi visión particular de Fermín el caracol.

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