jueves, 7 de mayo de 2009

Propósitos de disfrute

Al parecer estoy de vacaciones. Eso dicen en la seguridad social; hasta que no disfrute mis días de vacaciones generados pero no disfrutados no puedo pedir la prestación por desempleo. Así que en eso estoy: disfrutando.
Tiene el disfrute sus peculiaridades porque de tanto disfrutar me da un no sequé en la boca del estómago. Creo que son ganas de gritar, de disfrutar gritando. Sin embargo me sigue dando reparo gritar, incluso en la ducha, con todo el murmullo del agua y las pompas de jabón lavanda. Lo que si disfruto es la luz de la mañana, la que me despierta. Antes eso era impensable incluso los domingos, porque me afanaba en tapar cualquier resquicio por el que se pudiera colar el más insignificante rayo de sol.

Hoy por hoy me recreo en mi despertar: sinfonía de remoloneos y estiramientos poco ortodoxos que no voy a describir aquí. Precisamente son los estiramientos de los que quiero ocuparme; y es que forman parte de uno de mis propósitos.

El día tres comenzó con estiramientos y abdominales. Puede que sea el típico propósito de año nuevo que sólo ponemos en práctica en mayo por aquello de la operación bikini; pero no es eso, al menos no del todo. Troté por toda la casa y desfallecida me recreé en la ducha con toda esa sensación de infinito relax. No hay nada mejor que estirar los músculos hasta que duelan y de golpe relajarlos. Seguro que técnicamente eso tiene un nombre: felicidad muscular, o algo parecido. Estirar, relajar, estirar, relajar, relajar, relajar... Es que después de tanta actividad el zumito de naranja recién hecho sabe a gloria; hasta los cereales crujen mejor. El sol brilla más, los pájaros cantan más alto... en parte porque ya son las 12 de la mañana. ¡Las 12!
Es genial... puedo seguir recreándome, revolver todo el armario buscando un modelito, elegir el más escotado y marcharme al mercado: ¡con un par, para que el pescadero me regale el perejil! Cuando llego ya casi no hay nada, pero sigo disfrutando de lo que queda; a mi es que los mercados me ponen... metafóricamente hablando, claro. Creo que es porque desde pequeña he estado viendo mercados. Mi padre, que se mueve por ellos como pez en el agua visitando a sus clientes, me llevo a muchos. Yo nunca se lo he confesado abiertamente, pero me encantaba que me llevara a los mercados y a los almacenes de sus clientes. El olor a fruta, los colores, hasta las moscas tienen su encanto. Mención aparte para las básculas en las que me subía sin importarme lo que marcaran porque, esto es un secreto profesional, siempre indican más de lo que deberían. ¿Y qué me decís de los gritos de los verduleros? Ya no se oyen gritos así; enlazando con lo de antes: yo debería ser verdulera, para gritar echando el resto.
Qué simpleza la mía, estirarme e ir al mercado. Propósitos de disfrute parte primera.

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