martes, 19 de mayo de 2009

Paraísos urbanos


Las oficinas del INEM tienen un nosequé desquiciante. Siempre están llenas de gente de aquí para allá, de números de turno que se exponen a todo color y estridente sonido en esas pantallas de puntitos rojos, y de desesperada desidia en general. La gente tiende a volverse loca en esos sitios. Es una locura transitoria llena de formularios, requisitos, sellos y resguardos... Es lo malo de quedarse sin Juan, esperar turno en una oficina de empleo. Yo hoy, toda confiada, he ido así, sin protección. Yo que siempre llevo el mp3 en el bolso, un libro, algo... Sólo encontré una de mis libretas en el bolso de los zapatos rojos. Así que me puse a describir el ambiente del local. A simple vista se diría que está de moda. Campaban a sus anchas personajes de toda edad y condición y entre todos hablaríamos unas 14 lenguas. Yo por desgracia sólo me enteraba de la fascinante trayectoria de una porteña bajita con unos zapatos monísimos. ¡Hay que ver la gente lo customizada que va a este tipo de garitos!
Por suerte no estuve presente todo el tiempo que tardaron en atender a los poseedores de los 50 turnos que me precedían. Escapé de allí como loca antes de estarlo de verdad. Algo bueno había que sacar de aquello, y ya lo creo que lo saqué. Vagando por la zona encontré la biblioteca Regional Joaquín Leguina. Esa que tantas veces ha aparecido en el buscador del catálogo de bibliotecas públicas online de Madrid, la que siempre tiene todas las respuestas. Fascinada por el descubrimiento penetré en el edificio, nuevecito, todo de madera crujiente y lleno de estanterías con los libros pulcramente colocados. Encontré la planta de Lengua y allí me quedé, dale que te pego a la lengua. He descubierto que es el sitio ideal para hacer mis pequeñas investigaciones. Tienen revistas del sector, guias para escritores, toda clase de bibliografía de consulta y unas mesas grandísimas con enchufes y conexión wi-fi. ¡Es el paraíso! Aunque atrás quedan mis propósitos de disfrute inaugurales, este merece un lugar de honor.
Se me pasó el tiempo volando entre libros y revistas. Sin darme cuenta era la hora de volver al infierno de la oficina de empleo. Me encaminé hacia allí bajo un sol abrasador que me hizo llegar un poco colorada. Con asombro y desesperación comprobé que todavía faltaban 20 turnos para el mio, ¿cómo se puede ser tan lento? Si luego cuando me tocó, no tardaron ni dos minutos. En fin, es lo que tiene tomarse la vida con filosofía y calma... mucha calma.
A pesar de todo me quedo con mi descubrimiento y el olor a madera tanto fuera como dentro de los libros de la gran biblioteca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario