jueves, 7 de mayo de 2009

¿No es cierto ángel de amor...


Los propósitos nunca se me han dado muy bien. Es algo que tiene que ver con la fuerza de voluntad, lo sé, y la mía es tan perezosa... El cuarto día me he recreado demasiado en el despertar, tanto que ya casi anochece y sigo con la sonrisilla de bobalicona estampada en la cara. De todas formas, esto sigue siendo disfrute, ¿no? y el propósito fundamental es disfrutar, no hay que olvidarlo. Además, forma parte del disfrute elaborar mi propia cotidianidad a la carta. Nadie dijo que tuviera que hacer lo mismo todos los días y a la misma hora, por más placer que me provoquen. Puedo elegir, esa es la principal ventaja y lo que más disfruto.
Este receso de hoy en los estiramientos y en el tour por los mercados (no lo mencioné en la anterior entrada, pero me he propuesto visitar todos los mercados de Madrid, aunque no encuentre ninguno como la Boquería de la ciudad condal) es perfecto para abrir la mente a otra clase de disfrutes; sensoriales y racionales; físicos y químicos; tan tremendamente palpables que puedes transformarlos en impulsos eléctricos neuronales y pensarlos sin esfuerzos. Acción, reacción. Acto, reflexión. Pensar las cosas es otro de mis disfrutes.
Pensar con conocimiento de causa es necesario y para eso hay que tener el cuerpo en reposo. Reposar es fundamental para casi todo, como para las tisanas que saben mejor cuanto más reposadas. Así que he estado reposando la mente y el cuerpo y ahora estoy abierta a cualquier estímulo cognoscitivo. Eso forma parte de otro propósito de disfrute: cultivar la mente. He elaborado una lista de exposiciones a las que quiero ir. Es una pena que no pueda llevar a Jonh Smith, pero le he prometido contarle con toda clase de pelos y señales las cosas que vea. Así pongo en marcha el otro propósito: relatar, empaparme de las cosas y plasmarlas en mi liezo en blanco particular. Es casi un plan perfecto que pondré en marcha mañana, prorpósitos de disfrute parte segunda.

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